sábado, 4 de diciembre de 2004

¡¡Nieve!!

Pues sí, señoras y señores, la nieve llegó a la sierra de Madrid y parece que para quedarse.

El pasado jueves salí a dar el paseíto habitual por la montaña. Para la ocasión elegí una zona sencilla que conozco bien: el valle de la Fuenfría, en Cercedilla. Ya he estado media docena de veces por él y tiene unos paisajes espectaculares para disfrutar de ellos.

En ésta ocasión madrugué un poco y a las once menos cuarto de la mañana estaba comenzando a caminar desde el aparcamiento de Majavilán. Una ligera nevada me había recibido en mi aproximación en coche a la altura del pueblo serrano de Navacerrada, buen augurio de lo que me esperaba a lo largo de la jornada. Me encanta la nieve.


La carretera de la república nevada y nevando.


Comencé a caminar por la calzada Romana en su primer tramo hasta cruzar el puente del Descalzo, para desviarme poco después a la derecha y tomar el llamado 'camino agroman'. En todo el recorrido ya se podía apreciar la nieve caída desde el día anterior aunque no cubría por completo los caminos salvo por alguna mancha aquí y allí. Al llegar al final del "camino agroman' sale a mano izquierda el 'sendero de enmedio', que sube por la ladera de la montaña zigzagueando hasta ir a parar a la pista forestal 'carretera de la república'. En la carretera ya se hizo más intensa la nieve, toda la pista era una alfombra blanca de nieve virgen, marcada unicamente por las huellas de algunos animales que la cruzaban de lado a lado.

Tomé la carretera a mano derecha y en unos pocos minutos de caminata sobre los entre cinco y diez centímetros de nieve que había por la pista llegué a los miradores de los poetas, desde donde se puede disfrutar, en días abiertos, de unas espectaculares vistas del pueblo de Cercedilla y alrededores. Una firma en el libro del mirador Luis Rosales, y a continuar andando camino de la fuente-refugio del Aurrulaque, en la pradera de Navarrulaque. Este refugio es un buen sitio para hacer un alto, llenar las cantimploras con agua fresca, y reponer energias, incluso hay días que puedes encontrarte con una manada de yeguas y potrillos por la zona.


El prota retratado desde el refugio del Aurrulaque.


Diez minutillos de parada y a empreder la subida por la misma carretera en dirección al puerto de la Fuenfría. A partir de éste punto la nieve había caído con más intensidad y la carretera cada vez tenía más capa. Caminar por nieve virgen es una gozada, pero la verdad es que cuesta el doble de esfuerzo que hacerlo sin ella. Aunque merece la pena y me sirvió para recordarme que tengo que comprar unos guetres, ya que terminé con la parte baja del pantalón empapada.

Al llegar al mirador de la reina nevaba insistentemente y se notaban las señales del frío por todos lados a los que mirases. Desde el mirador hay unas vistas excepcionales de todo el valle, siempre que el día esté abierto que no era el caso, aunque a la vuelta aproveché que se abrieron un poco las nubes para tomar alguna fotillo.


Carámbanos en el mirador de la reina.


Llegado al puerto de la Fuenfría, en el que la nieve superaba los 20 Cm. mi intención era rodear el cerro Ventoso por la vertiente Segoviana, tomando la senda de los Cospes, para después ascender al collado Ventoso y bajar por el camino Schmid hasta retornar al aparcamiento comienzo de la andadura. Pero la senda no era visible practicamente debido a la nieve, además de que la zona estaba entrando en niebla y no conocía este tramo del recorrido, por lo que, aconsejado por la prudencia, decidí desandar sobre mis huellas para volver al inicio.


El puerto de la Fuenfría.


En total un recorrido que hice en unas cuatro horas y cuarto, incluídas un par de paradas en el refugio-fuente, tanto a la subida como a la bajada. Cuando llegué al aparcamiento me calenté con un cafecito en el restaurante Cirilo, como es mi costumbre, y empezaba a caer nieve de verdad, una buena nevada, incluso el camarero del restaurante me comentaba que iba a cerrar ya y a bajarse a Cercedilla que luego no se podría circular por la carretera.

La ruta es muy bonita y no supone una dureza excesiva. Si quereis ver éstas fotos y alguna más de la zona en un tamaño más grande están aquí. Y más información sobre la zona y rutas por el valle en la WEB de Trotamontes. Tambien hay una oficina de información poco antes de los aparcamientos en la que os darán un mapa e indicaciones con los senderos señalizados de la zona y las rutas que se pueden hacer.

miércoles, 1 de diciembre de 2004

De caminata por la sierra de Madrid.

Después de aguantar durante un par de años a mi doctora decirme que tenía que hacer ejercicio y dejar la vida sedentaria llevo dos meses saliendo a caminar por la sierra de Madrid un día por semana. Estos cambios suelen ser muy habituales en mi, me puedo tirar años sin hacer caso de algo y de repente doy un giro de ciento ochenta grados. La verdad es que viene muy bien y desde que hago ejercicio me siento bastante mejor.

El caso es que este martes pasado decidí salir a dar mi paseo semanal por la zona de los montes de Malagón, más concretamente a recorrer parte del GR-10, un sendero de gran recorrido que parte de Valencia y cruza la península Ibérica de este a oeste hasta llegar a Lisboa. El tramo que recorrí parte del puerto de Guadarrama , quizá más conocido como del León, hasta el Escorial. Ya que suelo salir solo a la montaña y dejé el coche en el aparcamiento del restaurante de este puerto, no podía realizar el recorrido integro, siendo éste lineal, y decidí caminar hasta la mitad aproximadamente y retornar al puerto.

La salida de esta semana no tenía nada de especial, salvo un poco de nostalgia, ya que fue el primer recorrido de montaña que realicé en el año 81, con apenas 12 añitos de edad, y me traía muchos recuerdos, no todos buenos. Pero el resultado es que casi me tiene que ir a buscar el mismísimo Lobatón :)

Comencé a caminar entrado el medio día, como suele ser mi costumbre, a eso de la una de la tarde, y la idea era estar de vuelta sobre las cinco o las seis, antes de la llegada de la oscuridad. El primer punto de destino de mi caminata era el mirador de cabeza Lijar. Este mirador, situado a 1823 metros de altura y con un refugio en su parte inferior, es un escaparate estupendo desde donde admirar gran parte de la sierra de Guadarrama y un vértice donde se juntan las provincias de Madrid, Ávila y Segovia. Su ascensión no tiene una dificultad muy alta salvo por los repechos que te exigen un sobre esfuerzo. Llegado a su cumbre, y después de admirar el paisaje y tirar unas cuantas fotos, repuse fuerzas con un par de sandwichs y reemprendí mi camino.


Impresionantes vistas desde cabeza Lijar.


Un suave descenso en dirección al collado de la Mina se antepone a la subida al refugio de la Salamanca, mi siguiente punto del recorrido. Desde el collado el sendero está claramente marcado y no presenta ninguna dificultad. Éste refugio está en un estado de suciedad deporable, además de tener la cubierta deteriorada, con lo cual en días de lluvia debe ser un auténtico coladero. Cinco minutos de parada y a seguir caminando.


Equinos en el collado de la Mina.


Con la vista en el risco Polanco, al cual rodea por su vertiente izquierda el sendero GR-10, yo decidí pasar por la ladera derecha, y volver por la del sendero, por variar un poco el paisaje. Y fue un acierto. Siguiendo un sendero poco marcado llegas a una gran cantidad de restos de la guerra civil: trincheras, parapetos, puestos de mando, nidos de ametralladora... en buen estado de conservación. Es impresionante apreciar las vistas que tenían desde sus trincheras las personas que defendían las posiciones. Siguiendo por este sendero vamos a parar a una alambrada y tomándola a mano izquierda nos retorna al GR-10.


Restos de la guerra civil.


Aquí cometí mi fallo. Me debería haber dado la vuelta, pero la claridad del día me engañó y comencé a subir por el cerro Carrasquera en dirección al refugio que lo preside, muy similar en su construcción al de la Salamanca. En cuestión de minutos ,poco antes de llegar al refugio, se hizo de noche y estaba a unas tres horas de camino del coche y para más incordio me quedé sin reservas de agua. No hay una fuente ni un arroyo en todo el recorrido, salvo al inicio del mismo.

Comencé el camino de vuelta, y parece que cuando te falta algo más lo deseas, ya que la sed se hizo acuciante. Por suerte en las zonas de sombra se conservaban restos de la nevada de días anteriores en forma de hielo, lo que aproveché para hidratarme. Con una navajita corté varios bloques para ir consumiendo en forma de helado. La verdad es que no entiendo como no estuve con descomposición unos cuantos días.

Mi única preocupación era no dejar el sendero, ya que en ese caso podría perderme y aunque, aún de noche, hay buenas referencias visuales en la zona, las sombras engañan mucho y no quería arriesgarme. Así que con mucho cuidado de no extraviarme seguí caminando en la oscuridad hasta retornar al refugio de la Salamanca. Éste era el tramo más complicado de todos por mi desconocimiento del mismo, ya que a la ida si recordais había rodeado por el lado contrario.

Una vez en el refugio todo se simplificó mucho. Descenso al collado y aquí en lugar de subir al mirador tomé la pista forestal que lleva, zigzagueando, al puerto. No hay pérdidas. Sobre las nueve de la noche llegué al coche, refresquito en el restaurante que me sentó muy bien y regreso a casa donde me metí en la bañera para relajar mis doloridas piernas. La ruta la hice en bastante más tiempo del necesario, pero las vistas que se disfrutan a lo largo de toda la caminata son impresionantes y en más de un lugar me detenía a admirarlas durante largos minutos.

Os dejo un enlace a una página muy buena sobre senderismo, con rutas muy bien comentadas, en la cual bebo bastante a la hora de hacer mis salidas: Trotamontes.

lunes, 29 de noviembre de 2004

Soria.

Al comienzo de este mes de noviembre que está llegando a su fin disfrutamos, mi mujer Ludi y yo, de la última semana de vacaciones que nos quedaba en éste año 2004. Para alejarnos de la rutina y el ambiente diario decidimos buscar un destino tranquilo para pasar unos días y hacer turismo rural.

La idea era realizar algo de ejercicio en forma de caminatas a la par que visitar lugares interesantes y nos decidimos, ayudados por San Google, por ir a la provincia de Soria, llamados por la fama del parque natural del cañon del río Lobos.

El hospedaje lo resolvimos alojándonos en la posada los templarios, en la pintoresca villa de Ucero. Esta posada está ubicada en un viejo caserón con varios siglos de solera, antigua residencia del cura del pueblo, y totalmente remodelado dotándolo de unas muy buenas comodidades. No voy a explayarme en las características de éste lugar, para ello la mejor opción es visitar su web, pero hay que hacer mención al buen quehacer prestado por parte de la familia que lleva el negocio con un trato muy cercano y a su gastronomía en forma de cenas y desayunos. Las primeras con una cocina casera de calidad, abundante y con un precio que no nos pareció excesivo, catorce euros por comensal. El segundo, si bien también era correcto y te fortalecía para empezar un día de excursiones, el precio si se antojaba un poco elevado para ser bollería y café más zumo, echando en falta algo más solido como huevos o bacón.

Ludi frente a la Posada


El primer día llegamos entrada la tarde, con lluvia que se tornó en nieve al empezar a oscurecer y con un intenso frío, y unicamente tuvimos tiempo de visitar el centro de interpretación de la naturaleza perteneciente al cañón del río Lobos. Este centro está situado apenas a un kilómetro de Ucero, y en él te informarán de todo lo concerniente el cañón: rutas, flora, fauna, formación, historia, etc.

La mañana del segundo día amaneció amenazando lluvia pero después del desayuno nos encaminamos en dirección al cañón. La mejor manera de aproximarse desde Ucero es en coche, aunque hay apenas dos o tres kilómetros de uno a otro es preferible dejar el vehículo en el parking del parque ya que si optamos por hacer el recorrido andando éste será por la carretera, una travesía no muy agradable.

En el cañón te sientes en otro mundo. Parece que retrocedes varios siglos en el tiempo, se respira tranquilidad. Ves volar las águilas, los halcones o algún buitre por encima de la cabeza. Y lo digo en plural, ya que se podían ver en grupos de más de tres o cuatro, un espectáculo realmente impresionante. Los únicos sonidos que escuchas, además de los producidos por tí mismo, son los de la naturaleza, los animales, el transcurrir del agua por el cauce del río o el viento erosionando las escarpadas rocas del cañón. Hay que tener en cuenta que visitamos el parque en una época fría y según comentarios de la gente del lugar en primavera y verano las visitas se masifican y no es lo mismo.

Comenzamos a caminar por una senda muy bien definida de varios metros de anchura que nos lleva en diez minutos a la ermita de San Bartolomé. Yo no me caracterizo en absoluto por ser religioso, más bien todo lo contrario, pero tengo que admitir que ver la ermita, con antecedentes templarios y ochocientos años de antiguedad, impresiona mucho. Quizá más por el entorno en el que está situada que por el significado de la misma. A pocos metros de la construcción hay un par de cuevas de gran tamaño, en las que habitaron hace miles de años los antiguos habitantes de estos parajes y en las que hay pinturas rupestres, o eso indicaban los paneles informativos, ya que las únicas pintadas que vimos fueron las de los necios que se empeñan en dejar su huella por donde pasan.

Ermita de San Bartolomé

Continuando por la senda marcada nos fuímos adentrando en el cañón que impresiona por sus altas y erosionadas paredes de roca. Cruzando el río en varios puntos por piedras de gran tamaño habilitadas a modo de puente para poder vadearlo. A los cinco kilómetros de caminata comenzó a llover, y el cielo nublado amenazaba con dejar caer agua para llenar un par de océanos con lo que decidimos darnos la vuelta y empezar el camino de regreso. Nuestra intención de llegar al puente de los siete ojos se vió truncada por la prudencia. Lo cierto es que la ruta es muy cómoda de recorrer y no es necesaria una preparación excesiva.

De retorno a Ucero comimos en el único sitio posible, un asador al borde de la carretera. En la posada no dan comidas ya que se supone que las personas que pernoctan suelen estar de excursión a lo largo del día no retornando hasta la noche. Siento no acordarme del nombre de éste sitio, pero hay que decir que se comía realmente bien y no es difícil de localizar. En Ucero no hay tiendas.

Después de comer y mientras Ludi decidía emplear la tarde en dormir una siesta yo me encaminé al castillo de Ucero para bajar la comida con un paseíto. Este castillo está situado en un cerro que domina el pueblo y la entrada al cañón. Desde la posada no se tarda más de un cuarto de hora en llegar a él, en un camino todito de subida. El castillo según cuentan data del siglo doce, y está en estado de abandono y ruina progresiva, una pena ya que tiene bien conservada la torre del homenaje, murallas, torreones e incluso un pasadizo que desciende perdiendo cerca de sesenta metros de altitud hasta la rivera del río haciendo zig zag por la ladera de la montaña.

La tarde la pasamos sentados en el salón de la posada, en un cómodo sofá, frente a una chimenea alimentada por gruesos troncos de leña leyendo un libro o viendo la televisión. Te olvidas de todo. Hay que decir que en cuanto oscurecía el frío se adueñaba de la calle, llegando por la noche a temperaturas de -4ºC.

El tercer día se convirtió por avatares del destino en un recorrido de casi doscientos kilómetros en coche que nos llevó por muchos lugares interesantes. La idea era visitar la laguna negra, a una hora de camino aproximadamente de Ucero. Cuando estábamos subiendo por la carretera de acceso a la laguna la nevada que cayó la noche anterior en la zona se hizo notar y a cuatro kilómetros de nuestro destino ya no era practicable en coche, con lo cual después de las típicas fotos de rigor y el paseíto por la nieve enfilamos camino Soria, a la capital.

En la carretera de la Laguna Negra.

Soria es una ciudad pequeña, pero con encanto. Las tiendas tienen ese aspecto de mediados del siglo pasado, las calles dejan de estar transitadas a la hora de comer, y da la sensación de que no hay prisa. Después de una visita al centro de información turística en el que nos indicaron los puntos más destacables de la ciudad emprendimos la ruta marcada. Te sorprende que las distancias son muy cortas de un punto a otro, con lo que te recorres rapidamente los claustros, iglesias románicas, etc. No se puede dejar de visitar.

Aprovechamos para comer y coger de nuevo el coche, ahora con destino a Calatañazor, un pueblo medieval con sus calles empedradas, sus casas de piedra, sus murallas y su castillo. Aquí lo mejor es dejar el coche o bien a la entrada del pueblo, donde hay un parking con media docena de plazas o bien subir hasta el final de la calle principal, a orillas del castillo, y dejarlo allí. No hay practicamente otro sitio donde aparcar. El castillo está en un estado similar de conservación al de Ucero, pero se ve que está un poco más cuidado, quizá por estar dentro del nucleo urbano. Imprescindible llevar buena reserva de memoria en nuestra cámara digital o carretes de fotos. Hay unas vistas de toda la zona espectaculares desde el castillo y un bonito paseo a lo largo de las murallas y por el pueblo.

Las calles de Calatañazor.
Abandonando el pueblo y siguiento por la misma carretera tenemos el sabinar de Calatañazor, la que parece ser la mayor reserva de estos árboles en Europa, con ejemplares que superan el metro de diámetro. Un paseíto a la sombra. Y más adelante llegaremos a la Fuentona, en Muriel de la Fuente. Este lugar es un paraje en donde nace de una serie de grutas subterráneas el río Ubión. Hasta el nacimiento hay un bonito paseo de veinte minutos. Como curiosidad el equipo de Al Filo de lo Imposible exploró las grutas de la fuentona con un equipo de espeleología descubriendo más de cien metros de cuevas sin llegar al final, realizaron un programa sobre ello.

De vuelta a nuestro lugar de descanso, pasando la tarde frente a la chimenea, dispuestos a encarar nuestra última jornada.

Es el tercer y último día, queremos volver a casa no muy tarde, y por la mañana aprovechamos para volver a subir al castillo, ya que Ludi no lo había visto. Después abandonamos definitivamente la posada y de camino a Madrid paramos en el Burgo de Osma, el principal núcleo de población de la zona.

Otra visita a la oficina de información turística y de ruta por la ciudad. El principal monumento es la catedral, impresionante edificio, como se nota quien maneja el dinero. Hay visitas guiadas por el interior, fuera de horas de culto, y pagando, creo recordar que dos euros. La plaza mayor, la muralla y un paseo por la rivera del río. Frente a la catedral hay una taberna donde almorzamos unas migas con chorizo, torreznos y un caldito caliente, ya que no pensábamos parar en los ciento ochenta kilómetros de camino de retorno a Madrid para comer en casa.

La catedral del Burgo de Osma.

Quedamos gratamente sorprendidos por la cantidad de lugares interesantes que hay en la zona, es un sitio para pasar unos pocos días muy agradables y olvidarse del stress cotidiano.

(Todas las fotos son propiedad de Miguel A. García Prada. Si quieres usarlas sin fines comerciales en tú web o en cualquier publicación puedes hacerlo siempre que pongas al autor y un enlace a esta página y me informes de ello.)

martes, 16 de noviembre de 2004

Inaugurando lo inaugurable.

Como soy muy envidioso, y mi amigo Pedrete me comentó hace un rato que ha creado un blog para contar sus paranoias, yo hago lo propio.

La verdad es que no tengo ni idea de sobre que voy a escribir por aquí y ni siquiera se si alguien lo leerá, pero bueno, como no utilizo el servicio de taxis para desplazarme y por tanto no puedo discutir con los profesionales de ese ramo sobre los temas que me indignan, volvaré aquí mi verborrea.

P.D. Otro envidioso que ha visto el blog de Pedrete ha hecho lo propio: NoP
P.D. Otro envidioso más: Fede